lunes, 13 de febrero de 2012

Capítulo 21: No era ella ...

Se parecía a Debby, pero no era ella. Eso me había tranquilizado, pero de todas maneras, me parecía raro e increíble aquel parecido que tenían aquella mujer y Debby: pelo castaño rizado, ojos marrones y mirada infantil …
La mujer tenía un cable de cobre enrollado al cuello, y tenía un cuaderno en su regazo. Lo cogí sin mirarla y el cuaderno se me escapó de entre las manos cuando leí el nombre de Debby Marshall. Había una lista enorme de nombres, pero tan solo su nombre, el nombre de mi hermana, estaba manchada de sangre. Dejé el cuaderno donde estaba y salí del teatro sin ninguna prisa. No sabía lo que hacía, debía de correr por si la persona que había matado a aquella mujer quería ir a por mí. De repente me di cuenta de que algo se movía entre las sombras y la adrenalina me empujó a correr lo más rápido que podía. Salí del teatro y cogí un taxi para volver a casa. Cuando llegué a casa eran las doce y media del mediodía. No sé cuánto tiempo pasé en el teatro, y ni siquiera sabía a qué hora había llegado, y lo pero fue que Debby no estaba allí, así que decidí llamarla:
-Debby, ¿estás bien?- le pregunté.
-Si… No he podido ir al teatro- me dijo.
-Ya lo he comprobado, ha sido una broma ¿no?- Mis palabras sonaban duras- ¿Qué querías que hiciese en el teatro? Ver cómo …
-Tenía una audición- Me interrumpió justo a tiempo. No quería que supiese que habíha visto a una mujer sentada en una butaca observando el escenario, además de que estaba muerta-. Cuando toqué el piano en el concierto de la señora Marshall, un hombre, que creo que era director de un importante colegio de música, me dio su tarjeta para que contactara con él. Estaba interesado en mí. Estaba interesado en mi música, en cómo tocaba el piano. En aquel momento me sentía feliz. Más feliz que nunca, más feliz que cuando estaba con Dylan. Se ha distanciado de mí desde aquella noche, pero creo que no me importa. Bueno, dejemos de hablar de Dylan. La cuestión es que hoy tenía que ir al teatro de Darkness porque aquel director me había dado la oportunidad de entrar en su colegio. Las audiciones eran en el teatro de nuestra ciudad, pero no fui.
-¿Por qué?
-Recibí una llamada de una mujer diciendo que las audiciones se habían suspendido porque la mujer que iba a venir a, por así decirlo, evaluarnos, no podía venir. Así que las audiciones son el lunes en el conservatorio de la ciudad.
Estaba claro que la mujer a la que habían matado, era la mujer que dirigía la audición de Debby. No me salían las palabras, pero decidí tranquilizarme.
-No lo sabía, ¿querías que estuviese en tu audición?- pregunté.
-Si … Seguramente no habías ido- me dijo.
-Si he ido, pero el teatro estaba cerrado, seguramente sabían la noticia y por eso habían cerrado- Mis mentiras a veces habían funcionado, pero no sabía si esta iba a servir con una “detecta mentiras” tan profesional llamada Debby.
-¿Estás en casa?- me preguntó ignorando mi mentira.
-Si, ¿por qué?
-Lo que me suponía. Liza, las clases aún no han terminado- Miré el gran reloj de pared del salón y vi que eran la una menos cinco. No valía la pena ir al instituto. Seguramente, ya su habían dado cuenta de que había faltado una hora y que ya no iba a volver-. ¿Vas a ir al instituto?
-No. Saldré a dar un paseo para que la señora Marshall no sé de cuenta de que me he escapada, y si me regaña, va a ser por tu culpa.
-Está bien, pero yo que tú me daría prisa, la señora Marshall suele venir a la una y cuarto a casa.
Salí a la calle y empecé a andar hacia el centro.
-Y tú, ¿dónde estás?- pregunté.
-Bueno, yo tampoco voy a ir al instituto. Ahora mismo estoy cogiendo un bus para ir al conservatorio y comprobar que estoy en la lista de los candidatos.
-Bueno pues suerte, te espero en casa.
-Adiós.
Fui al centro para ir a la biblioteca. Aún tenía que preparar algunos exámenes. Me senté al lado de un chico rubio que estaba mirando el techo. Tenía mi edad, o eso suponía, unos diecisiete años… Tenía los ojos de color marrón y vestía unos vaqueros y una sudadera azul oscura. Parecía nuevo en la ciudad, ya que no había visto su cara nunca, y si era verdad que tenía diecisiete años debía de ir a mi instituto, pero nunca me he cruzado con él. Cogí un periódico que había en la mesa y leí un titular que me hizo gracia: “Victoriosos contienen sus ganas de sangre” ¿Enserio? La noticia decía que el gobierno prohibía cualquier consumo humano (es decir, cualquier consumo de sangre de Luchadores) que cualquier persona que fuera Victorioso, debía de tomar sangre animal. También decía que se había tomado esta decisión porque se habían producido numerosos asesinatos durante los últimos cinco años, y que además no era necesario tanto consumo de sangre. Esa nueva norma la tendría que haberla escrito un Luchador. Estaba en lo cierto, el actual gobernador John Geoffrey, había puesto esa estricta norma. En la noticia había comentarios de Victoriosos que vivían en Darkness, por ejemplo un granjero que vivía en la ciudad decía que le parecía injusto esta nueva estúpida norma. Según él un Victorioso necesitaba tomar sangre de Luchadores, si no ellos se morían. Desesperación por sangre. Estúpidos. Lo que querían era acabar con la existencia de los Luchadores. Por más que lo intentasen no iban a acabar con todos.
Dejé el periódico en la mesa y saqué el libro de ciencias para empezar a estudiar. El chico rubio había desaparecido, mejor dicho se había marchado, porque no había rastro ni de su cuaderno ni de su estuche.
Me quedé hasta las tres en la biblioteca. El chico rubio volvió a entrar y se sentó en el mismo sitio. Se volvió a sentar cerca de mí. No entendía por qué había vuelto. La biblioteca estaba casi vacía, por no decir que sólo estábamos el chico y yo, sentados en una mesa rodeados de estanterías llenos de libros.
-Hola- El chico me miró, pero no contestó. Quería empezar una conversación pero parecía que no iba a ser fácil-. ¿Eres nuevo en la ciudad?- Seguía sin responderme. Sabía que era una conversación un poco espontánea, pero el chico parecía estar ausente aunque me estuviese mirando- Me llamo Liza, ¿y tú?
Decidí callarme. Era inútil seguir estando allí para que el chico respondiese, aunque tampoco me interesaba mucho, la verdad. Fingí mirar el reloj, pero en realidad le miraba de reojo. Recogí mis cosas tranquilamente, y cuando estuve a punto de salir de la sala de estudio, pude oír la voz del chico.
-Me llamo Mario.

*************************************************************************************
Bueno, como veis, Wendy aún no ha salido en la historia. Tengo planeado sacarla pronto en acción ¬¬ Peeero, he decidido poner en la historia a un chaval que se llama Mario ... (no sale de manera espontánea, es un personaje por así decirlo "importante")
Bueno, espero que os haya gustado este capítulo,
Un abruuuzo!!

Elena.

martes, 7 de febrero de 2012

Capítulo 20: Esto debe de ser una broma.

No había nadie en el teatro. No había rastro de Debby, de nadie. Las luces estaban apagadas, y tan sólo un foco apuntaba hacia el escenario. Subí al escenario y me acerqué a un piano que había. Toqué notas al azar e intenté crear una melodía mientras esperaba a Debby. Miré hacia el foco. Parecía que a alguien se le había olvidado desactivar la corriente eléctrica del foco que justo apuntaba hacia el piano. Pero algo no iba bien. Ningún idiota se dejaría tan sólo un foco encendido. Caminé hacia la parte izquierda del escenario, y el foco me seguía. Di un paso hacia la derecha y se volvía a repetir la misma acción, el foco me seguía. Sonreí. Sabía que Debby estaba allí dirigiendo el mando del foco. Caminé hacia el piano, y el foco volvió a seguirme. Resultaba un poco molesto tener una luz potente delante de tu cara, apuntándote para que te quedases ciega.
-¡Basta ya, Debby! Sé que eres tú- No hubo respuesta. Caminé, esta vez a la parte derecha del escenario para bajar las escaleras y colocarme delante de los asientos. El foco no me siguió, lo que era un alivio. Entonces comprendí, que había algo raro. El foco se había quedado igual como lo había visto cuando llegué. La luz apuntaba al piano, justo al centro del escenario. A la izquierda del teatro, había una salida. Sabía que esa era la segunda entrada para acceder al teatro, y sabía que había un pasillo que daba lugar a los camerinos, y que cerca de esta, había unas escaleras para entrar a la sala de control. El teatro, en aquel momento me parecía un laberinto. Abrí la puerta, y un frío aterrador me recorrió la espalda. Todo estaba oscuro. No lo entendía. Todas las luces estaban apagadas menos el foco. Necesitaba subir a la sala de control para saber quién era el que me apuntaba con el foco, y sobre todo, abrir todas las luces del teatro para ver dónde se había metido Debby. Cuando por fin estaba en la puerta que decía “SALA DE CONTROL”, ésta estaba abierta, solo me hacía falta pegar un pequeño empujón para abrirla del todo. Entré y me encontré con una gran mesa con botones de colores: verdes, amarillos y rojo. Supongo que eso era lo que hacía que se encendiesen las luces y sonara la música. No había nadie. Sólo tenía que tocar algún botón para que se encendiesen las luces y huir de allí. Oí un sonido que provenía del escenario. Me asomé al cristal que podía permitir ver el escenario,pero no vi nada a causa de la negrura. Toqué un botón, y el foco central se apagó, ahora sí que estaba a oscuras. Toqué otro botón y de repente, todos los focos del teatro se encendieron, todos apuntaban al escenario, pero iluminaba un poco los asientos … No sé si eso era algo bueno o malo, permitir que las cosas se vieran claramente me asustaba, ya que vi una silueta sentada en una de las butacas… Mi respiración se aceleró y mi cerebro no estaba listo para pensar algún plan para hacer en aquel momento, así que hice caso a mi instinto de supervivencia y salí corriendo de allí…
Me detuve justo en la salida. Algo me decía que debía de comprobar si lo que había visto era real o no. No sé por qué hacía eso, ya sabía que Debby no estaba allí, que me había gastado una broma para que saliese un poco a la calle. No sabía por qué no había caído en eso … pero … ¿Y si era verdad? ¿ Y si ella estaba allí? ¿Y si era ella la que estaba sentada en la butaca? Se enfadaría muchísimo conmigo si no me quedara. Di media vuelta, y volví a entrar.
Dentro, todo estaba iluminado menos los pasillos. Cuando entré en el auditorio, todos los focos estaban encendidos, nada era raro, todo estaba tal y como lo había dejado hacía diez minutos. Me acerqué a las butacas, y no me costó ni un segundo en darme cuenta de que no era la única que estaba allí. Desde donde yo me situaba, podía ver todo … y cuando lo digo todo, es todo. Había una cabeza que se asomaba desde uno de los asientos. A lo mejor era Debby. Me acerqué y por cada paso que daba, los rasgos de Debby despertaban en mi cabeza … sobre todo cuando vi que era una chica, una chica con el pelo rizado. Me acerqué aún más y cuando por fin estaba al borde de verlo, cerré los ojos. Seguramente, ella se habría girado al oír mis pasos, o incluso, me hubiera saludado, pero no había pasado nada de eso. Me daba miedo abrir los ojos por lo que iba a ver, pero debía de hacerlo. Poco a poco sentía la luz en mis ojos, pero eso no trajo más que horror. No tenía palabras para describirlo. No me salían palabras exactas, tenía un nudo en la garganta, y sentía que mi estomago se revolvía. Me pellizqué la cara para ver si era un sueño, pero no … Era real. Unas lágrimas se asomaban por mis ojos. Quería huir, pero mis piernas estaban inmovilizadas. Veía cómo mi mundo se destruía ante mis ojos. Estaba viendo a un muerto sentado, y lo peor fue que conocía su rostro …


miércoles, 1 de febrero de 2012

Capítulo 19: El tiempo pasa rápido. Más sorpresas.


Los meses habían pasado y el tiempo había pasado tan rápido que ni percaté de que la primavera se asomaba a mi ventana. Era lunes cuando me desperté vaga. Un día más, pensé.
Debby se asomó por la puerta y me dedicó una sonrisa cálida.
-No me gusta esa sonrisa- Su sonrisa era más que eso, su cara mostraba un plan que tenía para el lunes que era demasiado tentador para aceptarlo-. Hoy es lunes, tengo un examen importante, no creo que tenga tiempo para salir-. Dije mientras cogía la mochila y ella me miraba.
-Te has pasado todo estos meses estudiando- ¿Enserio?-. Creo que deberías de descansar un poco. Sé que has aprobado todos los exámenes, y sé que aprobarás este, pero ¿no podrías salir a la calle? Llevas desde Diciembre del año pasado encerrada en la habitación. No sé qué hacías tanto tiempo en tu habitación, a parte de estudiar, o eso es lo que dice tú.
Su cara está vez mostraba un “por favor” tentador. No me vendría mal salir un ratito. Pero sólo un ratito, pensé.
-Está bien, en cuanto acabe el examen ya veré la forma de irme del instituto.
-¡Así me gusta! Te espero en el teatro a las once y media. No llegues tarde.
-¿Me vas a llevar al teatro?- pregunté frunciendo el ceño.
-Ya lo verás, te espero allí- Se fue y me dejó sola en la habitación. Suspiré y revisé mis apuntes. Estaba lista para el examen, salí corriendo a la calle y dejé que el viento me llevara. Nunca había echado tanto de menos aquella brisa mañanera de primavera. Me encantaba aquella época del año. Empecé a andar hacia el instituto teniendo una mente optimista.
Me encontré con Ariana en medio del camino. Me acerqué a ella y me miró confusa.
-No te he visto durante todos estos meses- dije sonriente.
-Lo siento … mis padres decidieron llevarme al instituto, ya sabes, sus preocupaciones-Empezamos a andar mientras que pensaba en hacer una pregunta precipitada o no.
-… ¿Preocupaciones?- pregunté.
-Me encantan tus indirectas para hacer que la gente suelte sus rollos- Vaya … no sabía que eso fuese una indirecta, me dije-. Estuve ingresada en el hospital hace poco- La miré con pena, pero mantuve la compostura-, no me acuerdo de qué pasó pero me explicaron que me había roto las muñecas a navajazas. Entonces mientras que me hablaban, recordé qué pasó. Fue en el cumpleaños de Mary, cuando Dylan quería que le perdonase. Le dije que no, le dije que no iba a volver el mismo error. Me fui enfadada conmigo misma. No quería enfadarme de él, y menos, alejarme. No sé si recordarás cuando estuvimos en el autobús … salí corriendo y Alex me siguió, intenté correr más rápido, pero me agarró y vio que estaba llorando, si lloraba. Alex me dejó en casa preocupada, y sin decir nada, entré a mi habitación. Es hasta allí donde los recuerdos son más claros- Estaba claro que no me quería contar lo que pasaba a continuación, de todos modos, yo tampoco quería oírlo.
-¿Hablaste con Dylan?- pregunté mordiéndome el labio.
-Si … De hecho, somos buenos amigos …- Aparté mi mirada de la suya y sospeché que algo iba a salir de su boca, pero me negaba a escucharlo.
-Me alegro por vosotros- dije de golpe.
-No me gusta esto- me dijo Ariana mirando hacia el suelo-. No me gusta tener que ocultarte cosas…
-Me estás empezando a dar miedo …
-Escucha Liza, sé que te va a molestar, pero me da igual, sinceramente. Dylan y yo estamos saliendo, otra vez, sí.
Estábamos cerca del instituto así que tenía dos opciones: o pegarle una bofetada, o salir corriendo como si no hubiera oído nada. Opté por la segunda opción y salí pitando para alejarme de ella. Percibí que sus hombros se hundían y que una lágrima se escapaba de sus ojos. Me dolía saber que ella, Ariana, estuviese saliendo con el novio de mi hermana, no me imaginaba cómo de destrozada iba a estar Debby cuando se enterase. Lo peor fue que de eso había pasado mucho tiempo, y Dylan salía también con Debby mientras que a la vez salía con Ariana. Sabía que engañaba a Debby desde el principio. Lo sabía. Las miradas entre ellos, los roces … Estaba en lo cierto.
Terminé el examen y salí corriendo antes de que viese al director caminando por el pasillo. Vi a Jack andando hacia mi, y aceleré el paso para que no tuviera tiempo a detenerme. Tarde. Me agarró suavemente del brazo y retrocedí un paso para verle los ojos. El verde oscuro de sus ojos miraban a los míos, y sinceramente, no sabía qué hacer en aquel momento. Pensé que Madeleine se acercaba a nosotros, y me aparté de él. Madeleine no estaba allí, pero si no pensaba que ella estaba allí, no podía dejar de estar pegada a Jack.
-¿Desde cuando una chica como tú pretende escaparse del instituto?- me preguntó con tono burlón.
-Para tu información, no me escapo. Tan sólo me voy de aquí por unas horas- dije empujándole por cada palabra que decía.
Parecía que me llevaba a Jack conmigo con tantos empujones que le daba. La campana sonó y sabía que iba a llegar tarde a la cita con Debby. Le di un empujón más fuerte para que se apartara de mi camino, pero me detuvo las manos y cogió la parte inferior de mi jersey y lo atrajo hacia él. Me levantó la barbilla y nuestros labios quedaban separados a unos cinco centímetros. El corazón me latía, y pensaba que el beso nunca llegaría. El beso no llegó, pero me abrazó tiernamente, lo que hizo que, por un momento, mis preocupaciones desapareciesen.
-Vámonos de aquí- me susurró al oído.
-Creo que la gente nos está mirando, y creo que lo que están viendo se lo contarán a Madeleine, y creo que no le gustará que estés aquí … conmigo … abrazándome.
-No hay nadie, Liza- Le abracé más fuerte y apoyé mi cabeza sobre su hombro-. Y si Madeleine estuviese aquí, viéndonos, no me importaría. De hecho, la ignoraría y seguiría abrazándote- Le miré a los ojos frunciendo el ceño y se rió con una risa burlona-. Vámonos de aquí.
-Vamos.
Caminamos hacia el aparcamiento donde el Toyota negro de Jack estaba aparcado. Entré y me acomodé en el asiento. Aún recordaba cuando fue la última vez en el que estaba sentada en aquel mismo asiento. Jack arrancó el motor y me llevó lejos de la ciudad, lejos del mundo.
-Ahora soy yo la que pregunto, ¿dónde me llevas?- pregunté.
-No te voy a mentir. No sé dónde vamos. Suele ser de esos chicos que improvisan …- La idea de que improvisase me encantaba. No conocía a ningún chico que no tuviese planes listos para hacer en un día normal, los chicos que conocía eran unos aburridos con planes aburridos-. Creo que se me está ocurriendo una idea que te va a gustar.
-Sorpréndeme- dije sonriéndole.
-Bueno, pues espero que no tengas ningún plan para ahora. Te había visto salir del instituto y supuse que debías de tener que hacer algo importante para salir de clase a las once.
Entonces fue en aquel mismo instante cuando me acordé de que tenía que reunirme con Debby en el teatro.
-¡Mierda! ¡Me va a matar! ¡Oh, lo siento Jack! Por favor … ¿puedes llevarme al teatro?- dije mirando el reloj que marcaba las doce menos cuarto.
-Sí, claro.
-Siento mucho no poder ir a dónde me ibas a llevar …
-Es una lástima, pero creo que el lugar te gustará más de noche- dije sonriendo mientras que miraba hacia la carretera.
-Eso quiere decir … que me llevarás a ese lugar esta noche ¿no?- pregunté.
-Al no ser que tú no quieras- dijo esta vez parando el coche y mirándome a los ojos-. Hemos llegado.
Miré que ya estaba en la entrada del teatro y debía de salir pitando, pero antes debía de decirle algo a Jack.
-Está bien esta noche te estaré esperando en mi casa, ¿qué te parece si vienes a las ocho y media?
-Me parece genial- Se inclinó y me besó en la mejilla. Abrí la puerta y giré para volver a echarle el último vistazo al chico más bueno de la ciudad. Jack me guiñó el ojo y luego se rió de lo que hizo-. Adiós, Liza.
-Adiós- dije ruborizada.

Capítulo 18: ¡Sorpresa!


No conocía de nada a Brigitte Lambur, pero mis sospechas contra ella no sé si me llevaban a descubrir quien era en realidad. ¿Qué sospechas? Claramente, la sospecha con la que ella; Brigitte, consiguió arrebatarme por un segundo mi alma, o a quitárselas a Alex y a Ariana. Todo esto me llevó al pasado, me llevó a recordar como supuestamente maté a mis amigas para salvarlas. Sonaba paranormal, y ni yo misma me lo creía. Era algo imposible …
Tras llegar a casa, vi la cara de alegría de Debby, que me sonreía:
-Con esa cara de muerta vas a deprimir hasta a una estatua, que con lo inmóvil que está, ocurriría un milagro desastroso- me dijo con tono irónico.
-Lo que tú digas.
-Lo digo enserio, hoy la señora Marshall está contenta.
-¿Y cuándo no lo está?- pregunté yo esta vez con tono sarcástico.
-Hoy es un día especial para ella. Va a tocar en el teatro esta noche, y te aseguro que mucha gente ha pagado para ir a verla.
-Eso es algo bueno.
-Muy bueno- me espetó-, además, hay una gran sorpresa, pero tendrás que verla en el escenario. Me tengo que ir, te espero esta noche.
-¿Otra vez con Dylan?- pregunté cuando estaba a punto de abrir la puerta.
-Um … no … me ha dicho que no viene-No se había girado para decírmelo y eso era raro de ella-. Adiós.
Subí a mi habitación y empecé a vestirme para ver la gran actuación de la señora Marshall. El sol se iba poniendo a mi espalda y dejaba filtrar los colores anaranjados del atardecer mezclado con los colores morados del crepúsculo, una vez más debía de estar contenta.

Me encontré con todos los amigos de la ciudad en el teatro. Toda la gente entraba para pagar su entrada, parejas, familias, solteros, casados … todos ellos acudían a oír la música de la señora Marshall. Por un momento pensé que era mi hermana la que bajaba de un coche muy elegante, pero no, eran Alex y Anth los que se dirigían a la entrada del teatro. No sé por qué lo hice pero me escondí de ellos. No me parecía una buena noche para hablar de, por así decirlo, amores. Me escondí detrás de una columna y pude ver como Alexandra sonreía felizmente y que Anth la miraba como si ella fuese su ángel. Oí el pitido de un coche y dirigí mi vista a un coche negro en el que salían Jack y Madeleine. Caminaban alegres, cogidos de la mano. Jack tenía una cara resplandeciente, su sonrisa brillaba, en cambio, su acompañante tenía una cara seria, como si no hubiese querido ir al concierto voluntariamente, si no por obligación. En aquel momento odiaba a Jack. No entendía por qué tenía que presentarse con su novia en una noche tan especial para mi. En aquel momento le odiaba. Los odiaba. Lo peor fue cuando Jack acarició la mejilla de Madeleine para animarla. Fue allí cuando me di cuenta de que Jack estaba muy lejos de mi alcance. Aunque él se molestase en acercarse a mi, no lo conseguiría, ya que yo impediría nuestras miradas y roces, aunque no quisiese que fuese así.
Vi a la pareja perfecta acercándose a Alex y a Anth. Se saludaron y empezaron a charlar con tranquilidad. Pensé que aquel momento sería el oportuno para colarme en la puerta sin que se diesen cuenta, y así lo hice, caminé con cuidado hacia la puerta. Mi intento fue repentino. Alex se dio cuenta de que estaba allí y empezó a acercarse para darme un abrazo de los suyos que gustaba cuando más lo necesitaba.
-¡Hola!- me dijo mientras que me abrazaba.
-Hola … a todos- dije.
-No esperaba que vinieseis- Jack me miraba deslumbrado y sentía que Madeleine me miraba con desprecio. Lo malo fue que me di cuenta y sentía que no debía de estar allí-. Creo que tengo que irme, llego tarde.
-Estamos esperando a … Ariana- me dijo Jack para detenerme el paso.
-Creo que Ariana ya sabrá que estoy dentro- le dije mirándolo fijamente a los ojos.
Jack sonrió al escuchar mi voz enfadada.
-Cálmate Liza- me dijo Alex.
-Creo que Liza tiene razón. Debería irse, su familia la espera- dijo Madeleine con tono cortés.
La miré y ella me devolvió la mirada. Sentía que no quería que yo estuviese allí, sentía que estaba celosa. A pesar de que no decía nada lo comprendía todo, así que sin decir nada me fui alejando poco a poco.

El aforo del teatro estaba completo y yo era una de las afortunadas que estaba en primera fila. Estaba muy nerviosa por volver a escucharla tocando el piano. El telón estaba cerrado, y las luces, todavía encendidas. Me di la vuelta para ver cuánta gente había y parecía que todos estaban ansiosos por oír a la señora Marshall. Me di cuenta de que Jack me miraba con ojos desorbitados, como si me quisiese perdonar por algo. Estaba cinco filas detrás, pero eso no me impidió sonreírle sin que su asquerosa novia me mirase.
Las luces se apagaron y el telón se abrió. Había dos pianos de cola en el escenario y la gente empezó a aplaudir cuando vieron a la señora Marshall aparecer por el escenario. Estaba acompañada por dos violinistas elegantes, y con su permiso, empezó a hablar al público. Su voz sonaba suave y delicada y eso era algo bueno para una mujer que tenía setenta y cuatro años. Una figura esbelta se dirigió a incorporarse al coro, y cuando la señora Marshall terminó el discurso, empezaron a tocar. Tardé un poco en descubrir, que aquella chica que tocaba el piano junto a mi abuela era Debby. Llevaba el pelo recogido en una trenza y tenía un vestido negro largo. Parecía que estuviese tocando en un funeral, en vez de que estuviera tocando algo alegre. Sus manos se deslizaban por el piano, haciendo que no pareciese que tocase las teclas. Parecía una bella fantasma. Su cara mostraba dolor y pena, lo que hizo que no pudiese respirar durante todo el rato en el que sonaba el “Canon de Pachelbell”. Debby sonreía a la señora Marshall cada vez que se le antojaba, lo que me parecía conmovedor por su parte. Moonlight Sonata retumbaba en mi oídos cuando vi que una mujer de apenas treinta años me observaba curiosa apoyada en la pared. Tardé menos de medio segundo en descubrir que era ella. Brigitte Lambur me sonreía desde el lugar más oscuro del teatro.

No pude olvidar aquella sonrisa y aquella mirada, el concierto en el que vi fabulosas a las únicas personas vivas que me querían, estaba interrumpido por una simple mirada extraña. Así pasaban los días, las semanas y los meses, esa mirada no se apartaba de mi cabeza. Todo fue así de negro y monótono cuando el mes de marzo me abrió sus puertas.