miércoles, 18 de enero de 2012

Capítulo 16: ¿Aventura?

Me senté en el sofá pensativa. Vi el piano viejo de la señora Marshall apoyada en la pared. Una manta de polvo cubría al pobre instrumento. Aquel ambiente me molestaba, así que subí a mi habitación. Tenía en mi mente volver a la tienda para ver a aquella mujer. Me daba pánico pero necesitaba saber si era ella la que cerró la puerta de mi casa, y sobre todo, necesitaba saber qué quería. Me lo había planteado durante medio segundo, tenía claro que quería visitar a aquella mujer. Me vestí rápido y salí corriendo a la calle.
Cuando abrí la puerta, vi a un chico que estaba a punto de llamar. Le pille con las manos acercándose al timbre.
-¿Qué haces tú aquí?- pregunté.
-… Me habían dicho que vivías aquí y claro quería comprobarlo- Sin dejar de mirarme me había dicho eso. No le daba vergüenza aparecer de aquella manera, al contrario, parecía que era lo más normal del mundo para él. Me sonrió y en cuanto percibió mi mirada de “no me mientas” su sonrisa se despegó de su boca.
-La verdad es que me servirías de gran ayuda- Me miró sorprendido, y siguiendo la dirección de mi mirada, miró a su coche y cuando lo comprendió todo, me volvió a mirar -. ¿A qué velocidad va tu coche?
-¿Quieres comprobarlo?

Entré en el coche y el me imitó; cuando al fin estuvimos listos, me miró y confuso me preguntó:
-¿Dónde vamos?
-Prométeme que no preguntarás, ni dirás nada ¿vale?- El chico asintió confundido, sin saber nada de lo que estaba diciendo- Ve a la calle Estrella Negra y me dejas allí.
-Un momento …
-Te dije que no me preguntaras nada.
-Lo sé, pero Liza, ¿qué vas a hacer en una tienda de disfraces?
-No voy a ninguna tienda- le contesté.
-Entonces …- Jack me estaba empezando a hartar.
-¡Te he dicho antes que no me preguntases nada!- Abrí la puerta del coche y salí de él-. Adiós Jack Stone.
Mi despedida fue un poco borde pero no le podía contar a Jack la historia del trato con la bruja y la salvación de las almas de Ariana y Alex.
El cabezota de Jack me siguió y se interpuso en mi paso para llegar al centro de Darkness.
-Vale, te llevo en coche y te prometo que no digo nada en todo el trayecto-Le miré desafiante y al final me venció, caminé hacia el coche con malos humos-. Sabía que la idea te convencería, además hace mucho frío para ir andando.
Me giré para mirarle, y me sonrió.
-Maldito Victorioso-dije cuando entré en su coche.
-Ten cuidadito pequeña Luchadora, te podría matar ahora mismo- Me reí de la estupidez que había dicho Jack. No me apetecía discutir con él si me podía matarme o no, al contrario quería estar callada y no decir absolutamente nada, pero una curiosidad me estaba matando.
-Creía que los chicos como tú siempre estaban con sus chicas- dije con tono irónico.
-No, tengo otras cosas que me interesan a parte de “mi chica”, por así decirlo.
Me quedé unos minutos mirándole. Sus ojos verdes oscuros eran preciosos y su pelo rubio brillaba.
-¿Qué miras?- me preguntó.
-Te miro- Dirigí la vista hacia la ventana, y ambos nos quedamos callados. Todo el camino hasta la calle Estrella Negra, fue igual, el silencio era el protagonista.

Vi como nos adentrábamos en los barrios oscuros de Darkness. Recordé perfectamente ese ambiente, recordé que desde lo lejos se podía ver un cartel que dependía del viento para que no se cayese, y justo debajo de ese cartel, estaba la tienda; donde por primera vez, conocí a la mujer anciana. Cuanto más nos acercábamos, más impaciente me resultaba llegar a la maldita tienda. El ruido del motor del coche se calló y supe en aquel momento que debía de bajar del coche y andar por aquellas calles estrechas hasta encontrar la tienda. Me temblaban las piernas y sentí un frío recorrerme la espalda. Jack avistó que mi cuerpo temblaba y me abrazó. No comprendía porqué lo hacía, pero si me había abrazado para darme su calor, no me serviría de nada, ya que el frío lo sentía en mi interior.
-¿Dónde vamos?- dijo susurrándomelo en el oído.
-No vamos a ningún lado, en realidad, tú no vas a ningún lado- Le aparté de mi, y le miré a los ojos-. Gracias por acercarme, ahora esto lo tengo que hacer yo sola.


Empecé a andar para buscar el edificio y lo único que pude encontrar fue una vieja tienda de disfraces que todavía vendía productos a pesar del polvo que había en el escaparte. La tienda tenía dos plantas y tenía una altura bastante grande, unos veinte metros. Me asomé al escaparate y vi un bonito vestido largo de color turquesa. Era precioso, y parecía ser muy caro. Adiviné enseguida aquel material tan suave: la seda. Me quedé observando aquella prenda de gala unos minutos cuando observé el reflejo que mostraba el cristal del escaparate. Había un reflejo más a parte del mío. Un precioso reflejo, una criatura perfecta. Me giré para verla, y la persona que vi en el cristal, era totalmente diferente a lo que vi cara a cara. Era una mujer con el pelo rubio corto, tenía una cara inocente, pálida como el color de la nieve, sus ojos eran de diferentes colores, el ojo izquierdo era de un color azul cielo, mientras que el otro ojo -por lo que pude ver entre aquel manto de pelo que cubría su ojo derecho-, era de un gris verdoso. Parecían canicas colocadas en la parte superior de su cara, y si no me equivocaba, aquellos ojos parecían artificiales. Sus labios eran gruesos, de un color rosado. Tenía pequeñas cicatrices en su cara y si bajaba mi vista hacia sus manos, éstas estaban llenas de heridas cicatrizadas. Vestía un vestido negro que le llegaba hasta la parte superior de la rodillas, y un abrigo corto de color rojo, estilo inglés; y para rematar aquello, llevaba unas botas negras.
-¿Puedo ayudarla en algo?-Me preguntó.
-N … no. Tan solo pasaba por aquí.
-¿Y qué hace una muchacha como tú aquí, en un barrio de lo suburbios de Darkness?
Dirigí mi vista hacia el escaparte, y la idea que yo misma me proponía me aterraba, pero debía de hacerlo. O ahora o nunca, pensé. .
-Buscaba un vestido para regalar, ¿puedo ver los modelos que tiene?
La mujer asintió y sonrió dirigiéndose a abrir la puerta de la tienda. Cuando la puerta estuvo abierta, un aire frío me recorrió el cuerpo, aún tenía tiempo para dar media vuelta y volver a casa, mi elección debía de ser buena y el tiempo se me agotaba ya que vi que aquella mujer sostenía la puerta para que no se cerrase. Tardé medio segundo en reaccionar, no sé si me iba a arrepentir, pero suponía que había tomado la decisión correcta.

LOO SIENTO!!!!

Perdón por no haber actualizado antes. Problemas de Internet -.-"

Capítulo 17: Brigitte Lambur.

Entré en la tienda. La mujer se desabrochó el abrigo y me miró curiosa, como si se preguntara que yo no buscaba un vestido, como si intentase desvelar la verdad por la que había entrado en aquel edificio.
-¿Te puedo preguntar una cosa?- Sus dientes blanquecinos hacían que su cara pareciese una escultura hecha con un fino marfil, delicado. - ¿De verdad estás aquí para comprar un vestido?
Me puse muy nerviosa. No sé que debía de contestar pero sabía que la mentira tenía que durar hasta donde llegase, y en aquel momento, la mentira no iba a desaparecer, lo sabía perfectamente.
-Y dígame, ¿desde cuando existe esta tienda? Es decir, nunca lo he visto- dije cambiando de tema.
-Así que … vienes aquí …
-Por pura curiosidad- interrumpí rápidamente.
Me miró fijamente, y luego sonrió. A continuación, se dirigió a una pequeña puerta que había al final de aquel cuadrado lleno de ropas colgadas y la abrió, me invitó a pasar y descubrí que había una segunda planta. Me adentré en la oscuridad subiendo aquellas escaleras. La mujer encendió unas velas y las puso en el pasillo de la planta superior, y cuando estuvo el ambiente un poco iluminado, sacó unas llaves y abrió otra puerta. Entré a una habitación que tenía un gran escritorio, grandes estanterías con libros gigantes, un sofá de color escarlata y unas butacas. Me sorprendió mucho aquella elegancia en las paredes de la habitación, y lo que de verdad me sorprendió es que hubiese una chimenea en aquel edificio. La mujer me invitó a tomar asiento en el sofá y cuando estuve sentada, ella me imitó y por un momento pensé que no iba a decir nada, pero cuando menos me lo esperaba, empezó a hablar.
-Esta tienda no existió hasta que en el mes de noviembre, mi madre y yo limpiamos las chapuzas que hubo por las paredes y por los suelos de este edificio. Nos vino genial encontrar un nuevo local para nuestro negocio.
-… Y … antes de que este edificio fuese vuestro, ¿quién fue el propietario?
-Nos dijeron que una perturbada mental se dedicaba a trabajar aquí. Nos dijeron que mataba a toda clase de personas, Victoriosos, Perseguidores y Luchadores, o simplemente les chantajeaba para apoderarse de sus almas y utilizarlas a su placer, como si los dueños de las almas fueran marionetas manoseadas por una maldita bruja. También nos dijeron que se vestía especialmente para asustar a la gente. Se disfrazaba de bruja. Si, una bruja, con su nariz respingona, de aspecto aterrador, pero lo que de verdad aterrorizaba, es que esa nariz no era suya, si no de las víctimas que cazaba. Decían que nadie se atrevía a entrar a la tienda, así que, la mujer, murió. No se sabía por qué, pero las razones podían ser que como ninguna víctima caía en su trampa, ella se quedaba sin almas, y no podía vivir; o también que su locura se apoderó de ella y podía ser que aquella locura la hubiera matado. Decían que era una mujer diferente, no se sabía si era una Luchadora, una Victoriosa o una Perseguidora; no se sabía si tenía familia o no. No se sabía qué pretendía matando a personas, pero en fin, era una mujer con una enfermedad mental, o eso es lo que me han dicho.

La miré a los ojos y el temor me recorrió el cuerpo. Vi que sus ojos brillaban, como si estuviese a punto de llorar.
-¿Un poco de té?- me preguntó.
-No, gracias- Fingí ver mi reloj para huir de aquel lugar-. Llego tarde a una cita.
-¿De verdad? ¿De verdad crees que me voy a creer que llegas tarde a una cita? ¿Qué buscas?- Su voz sonó repugnante, me estaba empezando a asustar aquella voz maliciosa, así que me levanté del sofá y vi como aquella mujer continuaba sentada, con la cabeza mirando al suelo. Salí corriendo para abrir la puerta, cuando todas las luces se apagaron dejándome en la penumbra, la mujer que hacía unos segundos estaba sentada junto a mi en el sofá rojo, había desaparecido. El corazón empezó a latirme brutalmente y supe que debía de correr para salvar mi vida. Bajé las escaleras torpemente, haciendo un enredo en mis piernas, causado por el temblor que tenía en el cuerpo. Cuando llegué a la planta baja y pude llegar a coger el pomo de la puerta principal, me di cuenta de que estaba atrapada, la puerta estaba francamente cerrada. Las luces que iluminaban el escaparate y el interior de la tienda, de repente, se apagaron. A pesar de que la puerta tenía cristal, ninguna luz visible del exterior penetraba al interior de la tienda, todo era oscuro, sin luz. Permanecí cogiendo el pomo cuando oí la voz de la mujer pronunciando mi nombre, como si me estuviera buscando. Busqué algún objeto en mi bolso para poder romper el cristal de la puerta, pero no encontraba nada que fuese útil. Vi una silueta asomándose por la puerta que daba lugar a las escaleras, era la mujer, que me llamaba, nerviosa cerré los ojos y dejé que lo que iba a ocurrir ocurriera.
-Liza, siento mucho haberte asustado- me dijo la mujer con tono dulce-. Parece que ha habido un problema con la electricidad en la ciudad, por eso todas las luces se han apagado.
No podía decir nada, simplemente estaba petrificada, y un sudor frío me recorría la cara.
-T… T… Tú. Arriba. Habías, ¡habías desaparecido!
-¿Qué?
-Cuando terminaste de contarme la historia … yo … yo …
-Liza a veces no debes de creer lo que ves, y ahora, creo que deberías de irte a casa, se está haciendo tarde, y estos barrios por la noche, son muy peligrosos, créeme- dijo interrumpiéndome.
Me tendió una tarjeta amarilla y la cogí. Tenía una leyenda dorada maravillosa, y unas alas de pájaro rodeaban los bordes de la tarjeta:


Brigitte Lambur.
C/Estrella negra, nº2.
“Vestidos Vivos, con vida”




-Espero que esta no sea la última vez que nos veamos.
Abrió la puerta y me dejo ir.